25 abr. 2024

Luis Bareiro: “El periodismo me dio una razón para vivir”

Ejercer el periodismo no es fácil, pues implica horas de trabajo y despedirse de las fechas especiales en familia. Sin embargo, es una apasionante profesión que deja un sinfín de satisfacciones en el camino hacia la justicia. Hoy, Día del Periodista, TVO conversó con un comunicador muy querido por la gente. ¡Pasá y leé!

Luis Bareiro - APERTURA

Luis Bareiro lleva 30 años en el periodismo y planea seguir durante toda su vida.

Foto: Fernando Franceschelli

Hace 30 años, un joven llamado Luis Bareiro pisó por primera vez la sala de redacción de un periódico. Desde aquel entonces, el periodismo lo atrapó y le sirvió como herramienta de lucha por una sociedad más justa. Hoy, Luis es un reconocido periodista paraguayo que se destaca por su labor en tevé, radio y prensa escrita.

Si le dieran a elegir, él se dedicaría exclusivamente a escribir y a hacer radio; no le gustan las formalidades, pero acepta cualquier desafío y se pone al servicio de la información. Este domingo, 26 de abril, se festeja el Día del Periodista paraguayo y TVO conversó con Bareiro para conocer sobre sus inicios y lo que conlleva ejercer la profesión en momentos de crisis, como la pandemia.

Luis, ¿cómo fueron tus inicios en el periodismo?

-Yo arranqué en esto a los 19. No era mi intención hacer periodismo escrito, pero me invitó una compañera de facultad en el primer año para hacer una práctica en el Diario Hoy. Me fui para ver cómo era el escenario y a la semana ya me habían contratado. En radio comencé en una FM, Cordillera FM, de 4:00 a 5:00 de la mañana; se hablaba de lo que trajeron los periódicos, etcétera.

¿Cuántos años tenés en la profesión?

-Treinta años.

Cuando empezaste, ¿qué área del periodismo era el que más te llamaba la atención?

-La verdad que yo quería hacer radio, mi pasión era la radio. No me veía haciendo prensa escrita; sin embargo, una vez que entré al diario, me enamoré del diario. Si yo tuviera que elegir a qué me dedico exclusivamente, haría radio a la mañana y escribiría en el diario. Creo que escribir es otra historia, el periodismo puro se hace en prensa escrita.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Cuál es la magia que te da la prensa escrita?

-Lo que tiene la prensa escrita es que vos podés desmenuzar a fondo un tema. Por ejemplo, una investigación periodística nunca va a tener la profundidad en televisión, mucho menos en radio, que lo que tiene en el diario.

Lo que te produce, de alguna manera, adrenalina en la prensa escrita, es que vos podés tumbar un gobierno por un hecho de corrupción con una investigación bien hecha en la prensa escrita. La televisión tiene el show de lo audiovisual, puede tener un enorme impacto, pero nunca va a tener el impacto que tiene la prensa escrita.

¿Cómo empezaste en televisión?

-Yo llevaba ya 15 años haciendo periodismo en prensa escrita, hacía investigación sobre todo, y hacía radio en Ñandutí a la siesta; estaba en uno de los casos de investigación que tuvo mucho impacto porque, inclusive, casi termina en un juicio político al entonces presidente. Me invitan de Red Guaraní, que estaba empezando otra vez en ese momento, y querían resucitar un viejo programa de investigación periodística que era El Ojo, se iba a llamar El Informante.

Me llamaron a preguntar si me animaba y yo les digo “de cabeza”. A mí me fascina. Mi primera práctica en televisión fue el primer programa, porque nunca hubo una práctica previa, nada. Era “arrancamos, mirá la luz, ahí está la cámara y chau”. De una arrancó el programa.

Comencé con eso, El Informante, después vino El Ojo. Después ya me plantearon hacer el noticiero en canal 13. Y bueno, después ya no paré con el tema de la televisión.

¿Seguís sintiéndote nervioso al salir ante cámara?

-La verdad que no. Yo nunca sentí nervios. Lo que pasa es que yo me siento en televisión como en la radio. Es un poco más formal la televisión. Si a mí me dan a elegir, lo que hago en la radio lo haría en televisión. El noticiero no es precisamente el formato que a mí me guste.

El noticiero es lo más sólido que hay en televisión, es permanente en el tiempo; hay un formato, es el que tiene más audiencia, el más visto en la televisión y, sobre todo, es hoy el principal medio de información de la gente. La mayoría de la gente se informa viendo noticiero, no es en las redes sociales, es viendo la tele. Eso tiene su impacto. Pero tiene ciertas formalidades que no es lo que a mí me gusta. Yo no hago un periodismo formal, la solemnidad no va conmigo, pero bueno, me adapté.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Recordás algún momento difícil que te haya tocado vivir como periodista?

-Muchos. Hay dos formas de hacer periodismo, eso decía un viejo director de periódico que falleció hace poco, con quien yo tuve una relación entrañable, a veces le odiaba y otras le amaba. Él decía que hay un periodismo correcto, comedido, sin correr demasiados riesgos, un periodismo oenegé; y hay un “periodismo hijo de puta”, ese es un periodismo puro.

Cuando vos haces el “periodismo hijo de puta” significa que asumís posiciones, que llevás al extremo inclusive algunas posiciones porque, a veces, en países como el nuestro, tenés que ser radical porque hay situaciones que no van a cambiar fácilmente, y tenés opinión y bajás línea.

Eso significa estar expuesto todo el tiempo porque cualquiera de las empresas que forman parte del conglomerado del grupo donde vos estás trabajando, aunque no tengas absolutamente nada que ver, pasa algo y te pegan a vos. Por ejemplo, cae un contrabando de azúcar y qué tenemos que ver nosotros con eso. O hay un accidente en un supermercado, jamás estuvimos en una góndola, pero nos pegan a nosotros. Te pone en situaciones difíciles.

En la prensa escrita me pasó. En la investigación, le pegás a gente de poder y eso genera presión porque salen a hablar públicamente y te empiezan a identificar, o sea, se personaliza la cosa. El corrupto que se siente atacado busca personalizar, no solamente el medio sino el periodista, y a veces te pesa. Yo creo que debe haber muy pocos periodistas que hacen un periodismo de opinión fuerte que no tengan por lo menos colon irritable.

¿Llegaste a recibir algún tipo de amenaza?

-Yo nunca recibí una amenaza directa tipo “te vamos a matar” y esas cosas. Va más por el lado de presionar a los auspiciantes. Cuando estás haciendo un programa de investigación, por ejemplo, presionan a los dueños de los medio. Siempre intentan de alguna manera que tu opinión se oriente hacia lo que ellos quieren.

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Foto: Fernando Franceschelli

Ante esas situaciones de presión, ¿cómo actuás?

-Algo que a mí me ha funcionado es ser crudo, ser hasta grosero para decir las cosas. Cuando ocurrió el tema del azúcar, yo hice un editorial en Telefuturo. En ese momento hacía un programa que se llamaba Telediario 360 y arranqué diciendo que si Antonio Vierci era contrabandista, se tenía que ir preso. Entonces, jugás al límite.

Eso te da cierta protección porque el que te contrató ya sabe a qué atenerse, sabe que no vas a ser su abogado defensor y que vas a decir las cosas como te parece que son. De alguna manera, me funciona. A veces es difícil.

A veces uno asume posiciones con temas que no son fáciles, hace poco una discusión sobre la jubilación de los médicos, por ejemplo. Yo tengo una posición asumida desde el punto de vista del análisis financiero que eso puede generar y no es popular que vos lo digas, y tenés que bancarte las críticas que van a venir por asumir la posición, no es fácil. Sobre todo en las redes sociales, más que nada ahí.

Nunca me ha pasado que alguien se me acerque y me diga algo. Yo, como cualquier otro ciudadano, me voy al súper a hacer mis compras los domingos, o antes cuando no había cuarentena, salía con mi familia a comer y las reacciones siempre fueron positivas. La presión, más que nada en las redes, tenés que bancarte. Yo juego fuerte y juegan fuerte conmigo también.

¿Hay alguna anécdota que recuerdes?

-Yo creo que uno de los momentos más divertidos de mi carrera fue cuando estaba haciendo investigación en prensa escrita un caso muy sonado en aquel momento, el de los 16 millones de dólares. Eran bancos que estaban en proceso de quiebra judicial y se había desviado 16 millones de dólares.

Ese dinero terminó depositado en una fundación que se había creado en Estados Unidos, que estaba vinculada al Superintendente de Bancos, con uno de los miembros del directorio del Banco Central y aparecía metida la familia del entonces presidente de la República, Luis Ángel González Macchi.

Yo fui a Miami a investigar un viaje que hizo el presidente y descubro que el tipo que se robó la plata le paga un viaje en yate al entonces Presidente de la República, pero yo no tenía el documento; lo vi pero no podía tener una copia. Entonces, consulto en el diario qué hago, porque no tenía la prueba. Nos jugamos a decir que nosotros teníamos el documento.

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Foto: Fernando Franceschelli

Al otro día, conferencia de prensa desde el Palacio de Gobierno. Yo dije: “si acá piden que yo muestre el documento, me voy al mazo”, yo no tenía cómo probar. Arranca la conferencia de prensa; no era el presidente el que habló, era su jefe de Gabinete, y dijo: “es cierto que le pagaron al presidente, pero él devolvió la plata”. Confirmó el tema, pero fueron 24 horas de terror para ver qué iban a decir.

Ese fue un caso muy emblemático porque terminaron presos casi todos, menos el presidente, porque no le hicieron el juicio político, pero sí el miembro del Directorio del Banco Central, el Superintendente de Banco y, increíblemente, se recuperó toda la plata después de un juicio de casi 10 años.

¿Algún periodista paraguayo que admires?

-Muchos. Yo creo que algunos de los mejores periodistas no son conocidos porque son de la prensa escrita, no tienen la notoriedad de la gente que está en televisión y en radio. Pero, por citarte, Alcibiades González Delvalle me parece un señor hecho y derecho. Hay gente menos conocida, Ramón Casco, Armando Rivarola yo creo que es un señor periodista, Roberto Sosa.

Después, gente como Menchi y Óscar, que tienen toda una trayectoria, una coherencia que es muy difícil en esta profesión, sobre todo cuando llegás a niveles de influencia demasiado grandes. Menchi es un fenómeno que difícilmente se va a repetir en la historia del periodismo.

Admiro muchísimo a los integrantes de la nueva generación, que yo creo que están haciendo un trabajo fantástico. Santula es un espectáculo, un tipo que ha construido muchísimo en muy poco tiempo. Después, en radio, Humberto Rubin es un gladiador; el hombre pasó los 80 años, está en la zona de altísimo riesgo con el tema de la pandemia y ahí está en su radio, peleando. Hasta ahora sigue peleando los primeros lugares, es un toro.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Cómo hacés para coordinar tu rol de periodista con el de papá y esposo?

-La ventaja es que mi esposa es periodista, entiende las complicaciones que tiene la profesión; también es un vínculo que tenemos, porque a ambos nos interesan las noticias, estamos en el debate, etcétera.

Lo otro, nunca es fácil, yo no puedo saber si soy buen padre, mis hijas me dirán en el futuro qué tal estuve. Quiero creer que, sobre todo, les transmito algunas cuestiones que para mí son importantes: la coherencia, la honestidad, la humanidad, porque esta es una profesión en la que uno está pensando en la gente, te debés a la gente.

En realidad, si la gente deja de quererte, se acabó, nuestro único capital es ese. Hoy yo puedo estar trabajando acá; mañana puedo estar en otra empresa; eso no importa, es circunstancial. Pero que la gente siga escuchándome o leyéndome o viéndome, depende de que me siga creyendo; ese es mi capital, construir eso lleva tiempo y se puede perder en un segundo.

Periodismo en tiempos de pandemia

¿Cómo es el trabajo periodístico en tiempos de pandemia?

-Como decía alguien, el covid nos hace mejores personas porque nos obliga a hacer cosas que deberíamos hacer nomás luego. Y yo creo que el covid nos hace mejores periodistas, porque esta situación absolutamente excepcional vuelve a poner en el centro de las acciones de importancia al periodismo.

Informar hoy es demasiado importante y la gente necesita información. Hoy, el nivel de audiencia que tienen los noticieros es increíble. Los programas que hacemos los domingos en Telefuturo tienen unos niveles de audiencia que solamente tenían los programas de los partidos de la Selección.

Hay demasiado interés, demasiado importante es que informemos y que lo que informemos sea lo correcto o lo más parecido a la realidad, lo más objetivamente posible y reivindica el buen periodismo. Los noticieros hoy tienen mucho menos de policiales, tienne mucho más de información del día a día: la expansión del virus, el problema económico, el problema de la educación, las ollas populares; yo creo que es un excelente momento para hacer buen periodismo.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Qué es lo que más está costando?

-La contención. Cuando la gente no sabe cómo resolver un problema, recurre a la prensa. Esto es una constante: tengo este problema insoluble en el Poder Judicial, quiero que la prensa denuncie mi caso; hoy eso se multiplica por mil.

A mí me pasa que no puedo estar cinco segundos con el teléfono porque todo el tiempo tengo mensajes de gente que consiguió mi número y me preguntan desde cuestiones de salud hasta cuestiones económicas: cómo cobro el subsidio, dónde voy a cobrar, este problema tengo. Hoy, el trabajo periodístico pasa mucho también por la contención social.

¿Cómo hacés para dar una mala noticia sin generar alarma o pánico en la opinión pública?

-A mí siempre me generó roncha el sensacionalismo por el sensacionalismo. Con los años, uno aprende a ver la realidad, no como una película donde “acá están los buenos y acá están los malos”. La realidad es mucho más compleja, hay un amplio abanico de grises. No todo es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Salvo cuando estamos hablando de corrupción donde vos tenés que saber diferenciar “este es blanco y este es negro”.

Pero yo creo que es fundamental que hoy los periodistas seamos racionales porque vamos a tener situaciones desesperantes; por ejemplo, hay gente que va a protestar, esto es así, se monta un paquee de subsidio para 100 y dos no recibieron y los dos queman todo.

Entonces vos tenés que saber poner en su lugar todo, explicar cuál es el problema, criticar cuando se tenga que criticar, pero evitar, en lo posible, magnificar los problemas; de ser posible, orientar a la solución. Es un momento excepcional. Después volveremos otra vez a la rutina donde la mayor parte del tiempo vivimos controlando lo que hace el poder y pegándole con todo.

Acá vamos a controlar cómo se gasta, pero también tenemos que ser un poco más racionales de ver qué se está haciendo bien y qué se está haciendo mal, y entender que todo el mundo está improvisando en esto. Saber que hay un contexto, no es que hay una fórmula y no la están siguiendo. No hay una fórmula. Entonces, eso nos obliga a ser mucho más racionales.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Qué va a cambiar en el periodismo después de esta opandemia?

-Es muy pronto para saberlo. Yo sí creo que ha pasado algo importante, volvió a cobrar importancia el medio periodístico, porque las redes sociales, hoy se sabe, no reemplazan a los medios periodísticos. Nadie puede controlar lo que aparece en las redes sociales y la cantidad de información basura que hay ahí es tremenda.

Entonces, si vos creés en un medio, esperás la información del medio o del periodista. Creo que hay más gente buscando orientarse escuchando una voz o leyendo a un medio o viendo un canal de televisión. Entonces, eso de alguna manera vuelve a reivindicar a los medios tradicionales.

El periodismo sigue siendo la misma cosa, puede que cambie la herramienta, a lo mejor lo hacés con el celular, pero hacer periodismo es básicamente lo mismo; es narrar las historias, contextualizarlas y ser lo más honesto posible con lo que uno está contando. Yo ya ni hablo de objetividad porque la objetividad siempre es subjetiva, en definitiva; pero sí honestidad. Es decir, que el periodista te cuente las cosas que está viendo como las está viendo, no como le gustaría que fueran o como le convendría que fueran.

¿Cuál es tu meta en el periodismo?

-La verdad es que yo no tengo una meta. Yo hago periodismo, yo estoy haciendo lo que quiero, a mí me encanta la radio y todos los días que hago el programa salgo contento, me encanta cuando en el noticiero tenemos temas fuertes y hay temas que son vitales para la gente y los estamos desarrollando bien. Me encanta escribir una columna los domingos, sobre temas que creo que son importante y, si tienen repercusión, mejor. Cada día es una meta cumplida para mí.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Qué te dio y qué te quitó el periodismo?

-Me dio una razón para vivir, yo vivo del periodismo. El día que deje esto, no sé qué voy a hacer, no me imagino jubilado. Yo entiendo cuando dicen “¿por qué Humberto no se queda en su casa?”, yo creo que como es él, lo van a sacar en un cajón del estudio. Y espero que a mí también me saquen de una radio en un cajón, no me imagino dejar de hacer esto.

Ahora, qué te quita, te roba tiempo; yo por eso ya no hago periodismo escrito, es el que más te come la vida y te cuesta construir en los otros espacios. Si me quedara en mi casa todo el día no sabría qué hacer, eso se construye. Por ahí perdí ese tiempo de construir esas otras cosas.

Por ahí podría tener una relación más estrecha con mis hijas, más cosas que poder compartir, más deportes. Hoy estoy con 10 kilos de más gracias al covid, podría estar con los músculos marcados; estaría menos viejo a lo mejor, te roba años, pero todas son cuestiones secundarias. Periodismo es una pasión, es un vicio, es una forma de vivir y es fascinante, no haría ninguna otra cosa.