20 abr. 2024

Carlos Martini: “Si volviera a nacer, sería sacerdote jesuita”

El hombre de las redes, el periodista que cautiva a la juventud con sus posteos, compartió una tarde con TVO en una sesión Pop Art y habló de sus vivencias. Carlos Martini recordó momentos de su infancia, su amor de juventud y la situación más difícil que le tocó vivir.

Carlos Martini

Carlos Martini, el periodista que causa furor en las redes, se animó a una sesión de Pop Art.

Foto: Fernando Franceschelli

Cuando Carlos Martini conoció las redes sociales, estas no le gustaron para nada. Creyó que solo se trataba de un espacio vacío. Pero el año pasado, sin pretenderlo, se convirtió en un personaje viral que cautivó al público joven al salirse de la estructura de periodista informativo y analítico.

A Martini lo conocíamos de los noticieros y de los programas de temas clásicos. Sin embargo, cuando se animó a bailar la Macarena en pleno noticiero, nos mostró a un Carlos que también se divierte y que disfruta de la vida, pese a los momentos difíciles. Así fue que decidimos recrear una sesión Pop Art, para verlo en un formato diferente. En entrevista con TVO, contó cómo incursionó en las redes sociales.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Cómo surgió tu popularidad en las redes sociales? ¿Fue algo planeado?

-Yo era un opositor radical de las redes sociales porque las consideraba un espacio vacío, hueco y superficial. Pero en noviembre del 2014, mi mamá enfermó gravemente de una enfermedad muy parecida al Alzheimer. Ella ya prácticamente vive en sus tinieblas interiores y no nos reconoce. El único hijo de los tres que vive con mamá soy yo; yo me quedé soltero. Esa caída de mamá me afectó tremendamente. Caí en un pozo depresivo que duró dos años, 2015, 2016; año en que gracias a una atención psicológica y psiquiátrica, salí de la depresión profunda.

Al salir de la depresión, a finales del 2016, me dije a mí mismo: “Necesito un espacio para comunicarme con la gente desde el plano afectivo existencial, no desde el plano informativo ni de análisis político, económico o social, como sociólogo y periodista; sino en la persona que está detrás del personaje”. Así me metí en las redes sociales.

Yo, en realidad, lo que creía era que iba a tener 40 a 50 seguidores con los cuales pudiera compartir este tipo de posteos que yo hago, que son posteos que más bien salen del corazón. Algo ocurrió y mi explicación posible es que hay más gente en Paraguay que necesita una comunicación afectiva, emocional y existencial; no solo desde el punto de vista político, social, económico o directamente de los insultos, que abundan mucho en redes sociales.

Lo que yo sospecho es que hay una parte importante de la población que necesita comunicarse de manera más íntima. Ahí yo creo que se explica esta presencia mía en las redes sociales ahora. Porque probablemente lo que yo hice fue que, sin querer, tocar una tecla que era la tecla de la necesidad de comunicarme. Necesitamos ser escuchados también desde el plano personal. Así surgió todo esto.

Necesitamos ser escuchados también desde el plano personal

Y te cuento que esto va a tener continuidad este año. Seleccioné los posteos del 2017, 2018, 2019, y mi editor, el que edita mis libros, aceptó que eso salga en forma de libro. Lo que quiero hacer en la Feria Internacional del Libro, en junio, es publicar un resumen de esos posteos con una introducción y una presentación que explique qué hay ahí. Porque son realmente historias de vida.

¿Pudiste encontrar esa contención por parte de tus seguidores en las redes sociales?

-Cuando yo estaba saliendo de la parte más honda de la depresión es que me metí en redes sociales, en enero del 2017; yo salí de la parte más dura de la depresión en octubre del 2016. Por supuesto que esa es la palabra, contención. Por eso decía que hay una tecla que se tocó; mucha gente espera poder transmitir también ese tipo de vivencia. Entonces, así hay una contención mutua.

Yo creo que al contestarles a ellos (sus seguidores), hay como una suerte de territorio afectivo-emocional. Eso es lo que se creó con estas redes sociales en mi caso. Una geografía afectiva-emocional. Y lo esencial es que alguien escuche y alguien contenga.

¿Tenés alguien que te asesore en las publicaciones?

-No, escribo yo. Tengo un sistema muy disciplinado: al atardecer, a la noche generalmente, es cuando posteo. Por el tipo de posteo que yo hago, es difícil que otra persona encaje con lo que quiero escribir, porque yo tengo pequeños giros literarios, lingüísticos, emotivos; es algo que sale del alma. Ahí es muy difícil, salvo que uno le dicte al otro, pero para qué le va a dictar.

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Foto: Fernando Franceschelli

¿Qué hacés un sábado a la noche?

-Yo estoy en el Shopping Villamorra, en el Coffee Shop, hasta aproximadamente las 21:00, 21:30; luego juego con mi mejor amigo, que es mi caniche Tommy, porque sí o sí a la noche tengo que jugar con él y sacarlo a la calle. Luego, entro y lo que hago es escuchar música retro, sea en castellano, en inglés, en francés, en italiano o en portugués, durante aproximadamente dos horas. Hasta la 1:00 o 1:30 de la madrugada. Ahí me acuesto. Esa es una rutina mía de los sábados a la noche.

Los sábados a la noche le dedico exclusivamente a la música, ese es un día que no leo. En ocasiones, cine; pero cuando veo cine, solo veo cine retro también, de otras épocas, o bien un cine actual que se parezca al cine retro.

¿El reggaetón no te gusta?

-No me gusta, absolutamente. A mí me gusta la música romántica, las baladas, los tangos, los boleros; ese es el tipo de música que a mí me gusta. Si me preguntás, por ejemplo, qué música ahora estoy escuchando (yo cambio mucho la cortina musical en la radio), ahora estamos escuchando Suspicious Mind (Mentes Sospechosas), de Elvis Presley. Ese tipo de música es la que me llega al alma. Y ni qué decir, Strangers in the night, de Frank Sinatra, que es un tema que siempre lo busco en la noche, por todo lo que dice de hombres solitarios que buscan a alguien.

¿Te considerás una persona romántica?

-Absolutamente, yo soy una persona que hasta hoy, si hay una película que yo no te podría responder cuántas veces la vi, es Casablanca, siempre me emociona el final; o Doctor Zhivago, por ejemplo; o Los puentes de Madison; o Memorias de África; o Tal como éramos.

Los amores para nunca son los únicos amores para siempre, los que no se realizan

Ese es el tipo de películas que fueron marcando mi vida, porque acordate que yo también, cuando decidí escribir novelas (antes escribía temas de ciencias poéticas y sociales), cuando comienzo con las novelas como “Dónde estará mi primavera” y después, “Tardes de abril”, hay historias trágicas de amor. Porque también yo creo en el amor trágico. Yo tengo siempre una frase que me define: los amores para nunca son los únicos amores para siempre, los que no se realizan. Los que se realizan, la convivencia los vuelve aburridos.

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Foto: Fernando Franceschelli

Su amor platónico

¿Cuántas veces te enamoraste?

-Realmente, enamoramiento, una vez; ese es el origen de la novela “Dónde estará mi primavera”. Era una estudiante de La Providencia, año 1972, 1973/74. Yo estudiaba en el Colegio Cristo Rey en aquel entonces, allí muy cerca. Lo que yo recuerdo es que aquella estudiante tendría dos o tres años menos que yo; yo tenía 15, ella tenía 13 o 12.

Fue un intensísimo amor platónico, por eso hay dos canciones que cuando escucho me pone la piel de gallina, que son “Adiós chico de mi barrio de tormenta” y “El gato que está triste y azul”, de Roberto Carlos, porque eran los temas que sonaban en aquel entonces. Ese fue un amor enteramente romántico, pero tan intenso que muchos años después, en el 2009, yo publiqué esa primera novela que está basada en aquella jovencita.

¿Nunca se concretó esa relación?

-Jamás se enteró que a mí me gustaba ella. Eso nunca. A lo que me animé es, para intentar una vía indirecta, decirle a un compañerito de colegio que esa chica estaba enamorada de él y que él le enviara una esquelita. Era la época de la prehistoria de los celulares, nos enviábamos esquelitas en aquel entonces. Este chico no hizo tal cosa y ahí terminó todo.

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Foto: Fernando Franceschelli

Don Carlos, ¿te gusta bailar?

-Yo no sé bailar. Absolutamente. Lo de la Macarena, y ahora lo de Sergio el bailador, con Bronco, es producto nada más de mi sonidista, Oliver Vázquez, quien después de dar el pronóstico del tiempo, de repente me puso la Macarena y me dijo “bailá”. No sé bailar, yo nunca bailo.

Pero te salió muy bien.

-Espectáculo ridículo. A la gente le encanta el ridículo, y se ríe y pasa bien.

¿Y sabés cantar?

-Para nada, lastimosamente. Yo soy una contradicción tremenda, amo la música pero no sé ejecutar ningún instrumento musical. Una tarea que tengo pendiente, no sé cómo la voy a hacer, es aprender a ejecutar el piano o el violín.

Cuando eras jovencito, ¿eras de salir a fiestas?

-Jamás. Yo puedo contarte con los dedos de una mano, y sobran, las veces que fui acompañado al cine. Fui tres veces acompañado al cine, casi obligado. Cuando viajo, trato de viajar solo; cuando tengo que viajar con colegas, elijo siempre una habitación solo para mí. Por consiguiente, nunca en mi vida tuve ese tipo de actividades de salida.

Soy un solterón solitario, convicto y confeso

Soy una persona ensimismada. Tanto es así que mis noches, salvo las del sábado, llego a casa, juego con Tommy, reviso la prensa nacional e internacional, preparando ya mi programa de radio de la mañana siguiente, leo alguna parte de algún libro pendiente y escucho música. Pero no tengo esa noción de salida. Yo soy, estrictamente, lo que se llama un solterón solitario, convicto y confeso.

¿Tomás alcohol?

-No, soy abstemio.

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Foto: Fernando Franceschelli

Quiso ser sacerdote

Ibas a ser sacerdote, ¿no?

-Ocurre que yo me formé con los Jesuitas. Ellos fueron todo un ejemplo para mí en dos sentidos. Primero, nos insistían mucho en conocer, en estudiar, en aprender. Y en segundo lugar, que eso tenía que estar al servicio de los más pobres, los más necesitados, los que más sufren. Ese elemento de combinación entre el conocimiento y la solidaridad me marcaron. Yo quería ser como ellos, y para ser como ellos, yo tenía que ser sacerdote.

Entonces, tomé la decisión de ser sacerdote, creo que fue allá por 1975, comienzos de aquel año, yo estaba terminando el sexto curso. Solo que yo creo que ya tenía dudas, y en octubre de aquel año 75 me acuerdo que me di cuenta de que no creía en Dios.

¿No creés en Dios?

-No creo que Dios sea imprescindible para explicar el universo, se explica por sí mismo, no hay respuesta sobre de dónde venimos, a dónde vamos, qué hacemos en la tierra; esto es totalmente absurdo. Solo que en este absurdo hay que comprometerse con los que más sufren. Me influyeron mucho filósofos existencialistas como Jean-Paul Sartre o Albert Camus. Yo creo que eso fue lo que estalló en octubre de 1975, es como si se me hubieran caído las fichas y yo me hubiera quedado solo y en la intemperie.

Tengo 62 años, eso ocurrió cuando yo tenía 17. Hasta hoy, cada vez que paso frente a la iglesia del Colegio Cristo Rey, me pregunto: “¿Hubiera sido buen sacerdote?”. No soy creyente, pero esa pregunta me la hago siempre; en parte, porque yo creo que Dios es un tema apasionante, porque es la eterna pregunta. En pocas palabras, ¿alguien nos hizo o no nos hizo?

¿Qué opinás del Papa Francisco?

-Me parece que trajo una ola muy renovadora e importante. Me recuerda a los jesuitas que yo conocí por su compromiso. Por ejemplo, cuando Francisco dice: “La iglesia tiene que ir a las periferias existenciales”, quiere decir, donde está el sufrimiento, el dolor, la angustia, la pobreza, la soledad, la frustración, los heridos de la vida. Ahí tiene que estar la iglesia, no cómodamente instalada en sus templos. Tiene que salir.

La iglesia tiene que ser como un hospital de campaña, un hospital de sangre; donde hay herida, donde hay sufrimiento, ahí tiene que estar la iglesia.

Esa idea de Francisco caló hondo en mí desde el principio. Él me recuerda mucho a mis profesores jesuitas, tenían esa misma línea.

Si vos me preguntaras, “si volviera a nacer, ¿qué elegiría seguir?”, te respondería, “ser sacerdote jesuita”. Siendo o no creyente, si volviera a nacer; claro, es imposible, pero es solamente para ilustrar la fuerza, la marca, la huella que ellos dejaron en mí.

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Foto: Fernando Franceschelli

El colegio y los amigos del barrio

¿Qué recordás de tu infancia?

-Recuerdo, con mucha nostalgia, a mis amiguitos de barrio. Jugábamos fútbol en la vereda. Las columnas eran los postes de los arcos. Jugábamos en una Asunción pueblerina, al final de los años 60, con mis amiguitos cuadra contra cuadra. Jugábamos también tuka’ẽ escondido, nos reuníamos en los atardeceres. Esa vivencia de los amiguitos de infancia, fue muy emotiva. Eso recuerdo muy bien. Mi intensísimo amor a mi Colegio Cristo Rey, lo amé hasta el extremo. Formaron parte esencial de mí el colegio y el barrio.

Luego están las vivencias. Cómo olvidar cuando mi tía Negra, a Fátima y a mí, mis dos hermanas nos llevaban a los matinales en el cine Roma, en la calle Colón; o a tomar helados en El Oso, o en El Ñandu, o pasear en el parque Carlos Antonio López. Fueron las vivencias de la inocencia. Yo creo que tiene razón una escritora que dice: “Uno mira una sola vez en su vida, en la infancia, el resto es memoria”. Vivimos recordando lo que se fue.

¿A qué edad empezaste a leer?

-Como yo era muy tímido, yo comencé a refugiarme en la biblioteca que tenían papá y mamá en la casa. Tenía 10 o 11 años. Hasta ese momento yo leía lo que me indicaban que leyera en el colegio. Pero en esa biblioteca, sin entender mucho todavía, comencé a revisar, no entendía bien. Hasta que llegó a mis manos, teniendo 14 años, la novela Mujercitas, de Louisa May Alcot, que fue el primer libro que me marcó.

Ese libro hizo algo importante que me descubrió por qué es importante la literatura: por el sentimiento y la emoción. En un pasaje de esa novela, una de las cuatro hermanitas muere. Todavía puedo recordar qué pude experimentar cuando leía ese pasaje y las lágrimas que derramé teniendo 14 años, ante esa situación.

También el libro Chico Carlo, de la uruguaya Juana de Ibarbourou, que me regalaron mis compañeritos de primer grado de la escuela Grecia (porque yo un año viví en Montevideo). Ese libro lo leí mucho tiempo después. Entonces, entre Mujercitas y Chico Carlo, me mostraron que yo en los libros podía encontrar afecto, emociones y aventuras del alma; a un chico tímido se le abrían las puertas del cielo porque no necesitaba estar con otra persona.

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Foto: Fernando Franceschelli

Nos contaste que atravesaste un momento difícil, de depresión. ¿Qué fue lo que te ayudó a superar esa situación?

-En primer lugar, la contención de mi hermana Ana, mi hermana menor, que fue clave. Cuando yo había tomado la decisión de suicidarme, ella fue clave en una conversación que tuve con ella.

Inmediatamente después, yo paso a ser atendido por una psicóloga, María Eugenia Escobar Argaña. Ella fue la que me tomó en marzo del 2015, cuando yo en una noche llegué arrastrado por mi hermana a su consultorio. Había sesiones en que el 90% de la consistía en que yo lloraba y podía decir algunas cosas nomás. Ella, con una enorme paciencia y una gran capacidad profesional, fue poco a poco sacándome de lo que yo llamo “la frontera entre el purgatorio y el infierno” en el cual yo estaba, 2015-2016.

En el 2016, ella misma me dijo que vaya también a un psiquiatra, para medicarme. Ahí yo pude salir de la parte más onda y dura de la depresión. O sea, en pocas palabras, puedo vivir y sobrevivir en términos laborales y profesionales.

Cuando había tomado la decisión de suicidarme, mi hermana fue clave y me ayudó una conversación que tuve con ella

El Noticiero empieza a 11:50. Había días en que a las 11:52 yo estaba llorando. Tenía que intervenir Mariano Nin, mi gerente de noticias; como en la radio intervenía Edilberto Vargas Carísimo, para contenerme en lo que sea en un momento dado. También lo recuerdo a Fabián Bozzolo. Ese tipo de contención yo necesitaba en el mundo laboral porque yo sentía que me caía.

Honestamente, yo creo que en algún momento de ese 2015-2016, en algún momento yo creía que ya estaba liquidado. Fue una contención familiar, psicólogo y psiquiatra, y contención profesional. También en la casa, nosotros tenemos una empleada de mucho tiempo que se llama Josefina; ella y mi perrito caniche Tommy, fueron clave.

¿Cómo ves el tratamiento de la salud mental en Paraguay?

-Urgentísimo. Lo que yo he descubierto en estos días, hablando con una persona que está en una fundación, que es impresionante la cantidad de maltrato psicológico que existe a nivel familia y entre parejas. Maltrato psicológico, verbal y agresiones de otro tipo. Por otro lado, me decía, la situación económica del año pasado, a mucha gente le sumió en graves desequilibrios psicológicos. Encima están los problemas personales, de por sí.

A partir de hacer pública esta situación mía de trastorno mental, es extraordinaria la cantidad de gente que me escribe. Creo que somos una sociedad herida, agrietada, con un profundo sentido de dificultad de comunicación con los demás y que en este momento necesita encontrar una salida. Yo creo que tiene que ser una política prioritaria en Paraguay el tema de la salud mental. Por supuesto que hay que invertir más y hay que tener más profesionales. Hay demasiada gente que está con grietas emocionales muy profundas.

¿Te considerás feminista?

-Yo coincido plenamente con las reivindicaciones feministas. Hay una gran discriminación hacia la mujer en diferentes planos. Entonces, eso me hace sentir una solidaridad con ese tipo de reivindicaciones, así como también con los indígenas. Son colectivos que merecen mi solidaridad.

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